Publicado el 09 de Diciembre de 2015 a las 2:26p.m.

¿Qué debiéramos saber los docentes acerca de las nuevas tecnologías para generar mejores oportunidades de aprendizaje? I 

Esta pregunta apunta al centro de las ansiedades y precauciones que tenemos los docentes desde hace ya muchos años respecto a la incorporación de las computadoras (y otros dispositivos) a la enseñanza.

Hubo un tiempo en que nos decían que debíamos aprender a programar en Basic o Logo; luego nos enseñaron Windows, Word, Excel…; después tuvimos que conocer y utilizar software educativo; más adelante internet, luego...

Lo que “debemos” aprender sigue cambiando; sin embargo, hay algunas constantes que podemos tomar en cuenta:

  1. Nunca nos explicaron cómo integrar esta capacitación técnica a nuestros saberes pedagógicos; en general, no pudimos articularlos ni reconocer cómo lo técnico se sumaba a lo didáctico.
  2. Nunca nos sentimos cómodos con “tanta capacitación técnica” que, por otra parte,  recibimos teniendo in mente que desde el punto de vista del manejo* de dispositivos, no importa cuánto estudiemos o practiquemos: nuestros alumnos nos superarán en velocidad y logros.

 

¿Y entonces?

Es tiempo de cambiar el enfoque: dejar de pensar en la formación técnica de los docentes como condición, casi como un falso trampolín hacia la buena aplicación educativa. Esto es así por varias razones:

  1. Porque esta “formación técnica” no ha dado los grandes resultados esperados. Después de varios años de intentarlo en distintos lugares del mundo, resulta que su uso no es tan masivo ni los alumnos necesariamente aprenden más o mejor. Ni siquiera se muestran interesados, salvo que puedan hacer lo que quieren hacer que, en general, no es lo que el docente o la escuela quiere que hagan.
  2. Los dispositivos (PCs, notebooks, tabletas, ipods, smartphones, etc.)  son cada vez más sencillos de usar, más “transparentes”. Es decir, que se necesita cada vez menos capacitación para poder manejarlos.
  3. Dada la expansión de las tecnologías móviles, se abren nuevos escenarios en los que los alumnos puedan resolver nuestras consignas fuera del aula, a cualquier hora y en cualquier lugar. En este caso, es aun más evidente que no tenemos por qué estar en el centro de la escena manejando las pantallas. (En otro artículo profundizaremos en las nuevas posibilidades que ofrecen estas tecnologías.)

 

Nuevamente: ¿y entonces?

Los saberes pedagógicos debieran ser el punto de partida para aprovechar el potencial de estas tecnologías, no su manejo. Esto implica aceptar que hay saberes que circulan en la vida cotidiana, por fuera de lo que enseñemos. Por ejemplo, en el aula: los que permiten que algunos alumnos manejen mejor que nosotros los programas informáticos. Es más: frente a una dificultad técnica, probablemente encontrarán alguna solución o sabrán a quien recurrir. Sin embargo, nadie sino nosotros puede abrir buenas oportunidades de aprendizaje para los contenidos que debemos enseñar.

Pensemos: con dispositivos tan potentes** y con gran cantidad de información disponible en internet (más que en ningún otro momento de la historia), sólo hace falta una buena pregunta (surgida de una necesidad o de una consigna) para encontrar allí lo que nos ayude a responderla. En estos términos, la Red puede ser pensada como una inmensa biblioteca en penumbras que se ilumina e ilumina con la formulación de buenas preguntas.

 

¿Buenas preguntas?

Por ejemplo, las que no tienen en internet respuestas que se puedan copiar y pegar; aquellas que requieran la elaboración personal de la información para la construcción de conocimiento.

El pedagogo francés Phillipe Meirieu dice que muchas veces enseñamos respuestas a preguntas que los alumnos no formularon; son las respuestas elaboradas por la ciencia o por los textos a partir de alguna pregunta que alguna vez alguien formuló. Según Meirieu, muchas veces dejamos de lado las preguntas que motorizaron la búsqueda de respuestas y nos quedamos sólo con estas últimas que, de este modo, quedan desprovistas de la tensión, de la energía que les dio origen.

Pero no basta con conocer y enseñar los interrogantes que impulsaron los desarrollos disciplinares, sino que los alumnos necesitan que les “contagiemos” la actitud inconformista de preguntarse por los porqué, los cómo y por las consecuencias de cada contenido. Buscar las respuestas y dialogar al respecto. Es que el ejercicio de preguntar no tiene que ver sólo con las disciplinas, sino con la formación del sentido crítico, tan necesario para la vida ciudadana.

Para encarar estos desafíos, las buenas noticias son diversas: por un lado, tenemos tecnologías que permiten acceder a la información necesaria para construir respuestas. Incluso, respuestas diversas. También tenemos alumnos para los cuales el manejo de estos dispositivos tecnológicos no resulta un obstáculo, y que esperan que les presentemos desafíos interesantes en los que puedan aplicar las habilidades tecnicas con las que cuentan. Mientras tanto, la escuela y nosotros los docentes, tenemos la oportunidad –aun sin ser expertos en el manejo de computadoras– de enseñarles usos de estos dispositivos que ellos no aprenden en su vida cotidiana, mientras aprenden lo que debemos enseñarles y también estrategias relacionadas con la construcción de conocimiento. Nada menos.¶

 

*Con “manejo”, nos referimos a la operación técnica de las computadoras, a deslizar nuestro índice por las pantallas, acliquear y teclear, seleccionando entre las opciones que nos ofrecen los diferentes dispositivos.

**Mucho se ha dicho respecto a cuán potentes son estas tecnologías. Una manera divertida de pensarlo es a través de este enlace (https://youtu.be/Q0VGRlEJewA?t=271) en el que los protagonistas de Volver al Futuro se encuentran con los teléfonos celulares (en mano del entrevistador), descubren la potencia que tienen, imaginan todo lo que se podría hacer con ellos y… finalmente, se enteran para qué son mayormente utilizados “para intercambiar caritas” (emoticones). También podría consignarse que los alumnos lo visualicen en sus casas, como paso previo para conversar, por ejemplo, respecto al uso que les dan ellos mismos a estas tecnologías, al que imaginan que se le dará en el futuro, a cuestiones éticas, etcétera.

 

Spiegel

Alejandro Spiegel es doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Buenos Aires, profesor tituar de Informática en Ciencias de la Educación y dirije el grupo de investigación TecMovAE en la Universidad Tecnológica Nacional. Es autor de diversos libros sobre educación, literatura y la enseñanza escolar con tecnologías de la comunicación. Con Ediciones Homo Sapiens, ha publicado recientemente Ni tan genios ni tan idiotas. Tecnologías: qué enseñar a las nuevas generaciones (que no sepan) (2013) y en Edilar ha publicado la exitosa serie “Camino a”, con versiones y aproximaciones al Popol-Vuh, El Zarco, Frankenstein, Don Quijote, entre otros. 

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