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Kate Zernike La versión de este artículo corre a cargo de Verónica del Carmen Orendain de los Santos, tomado del NYT. Título original: "Testing for Joy and Grit? Schools Nationwide Push to Measure Students’ Emotional Skills"

Publicado el 14 de Abril de 2016 a las 4:53p.m.

SAN FRANCISCO - Los estudiantes de quinto grado del salón de la maestra Jade Cooney compiten contra un reloj de cocina para ver cuánto tiempo se puede mantener la buena conducta –levantando  las manos, estando en desacuerdo de manera respetuosa y mirándose a los ojos unos a otros– sin perder el tiempo en insultos o en conversaciones paralelas.

Como recompensa por los minutos sin mala conducta, ellos ganan premios, como 20 segundos para poner los pies sobre sus pupitres o para jugar piedra, papel o tijera. Y a partir de este año, su escuela y las de otros ocho distritos de California pondrán a prueba a los estudiantes sobre cuán bien han aprendido habilidades como el autocontrol y la escrupulosidad que los juegos tienen como objetivo cultivar –habilidades que se podrían describir como “todo lo que se debería haber aprendido en la guardería, pero todavía se está leyendo en libros de autoayuda en la mediana edad”.

Una reciente actualización de la Ley Federal de Educación requiere que los estados incluyan al menos una medida no académica para juzgar el rendimiento escolar. Así que otros estados están viendo a estos distritos como un modelo potencial. Pero la carrera para probar las habilidades sociales y emocionales ha provocado alarma incluso entre los mayores defensores de este tipo de enseñanza, quienes advierten que las definiciones no son claras y las pruebas son defectuosas.

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"No creo que debamos hacer esto; es una mala idea", dijo Angela Duckworth, la compañera de MacArthur que ha hecho más que nadie por popularizar el aprendizaje social y emocional, haciendo de "Determinación" –el título de su libro que será publicado en mayo– una palabra de moda en las escuelas.

Ella renunció a la junta del grupo que supervisa el proyecto de California, diciendo que no podía apoyar el uso de pruebas para evaluar el rendimiento escolar. La primavera pasada, después de asistir a una reunión en la Casa Blanca sobre la medición de las habilidades sociales y emocionales, ella y un colega escribieron un artículo advirtiendo que no había maneras confiables para hacerlo. “El título de nuestro trabajo era: Toda medida es absorbid a, y todas son absorbidas de manera particular”, dijo.

Y existe poco acuerdo sobre la importancia de las habilidades que se incluirán en la prueba: ¿Autocontrol? ¿Empatía? ¿Perseverancia? ¿Alegría?

"Hay tantas maneras de hacer esto mal", dijo Camille A. Farrington, una investigadora de la Universidad de Chicago que está trabajando con una red de escuelas a través del país para medir el desarrollo de habilidades sociales y emocionales. "En la educación, tenemos un gran historial de encontrar la manera incorrecta de hacer las cosas."

Las escuelas comenzaron enfatizando el aprendizaje social y emocional alrededor de 2011; después de un análisis de 213 programas basados en las escuelas que imparten dichos conocimientos, encontraron que mejoraron el rendimiento académico en 11 puntos porcentuales. Publicaron un libro el año siguiente exaltando los esfuerzos para enseñar habilidades socio-emocionales en las escuelas, como los realizados por la red KIPP y Riverdale Country School en Nueva York, que se titula: Cómo triunfan los niños de Paul Tough.

La discusión sobre si las escuelas pueden o deben hacer hincapié en estas habilidades aún continúa. Los críticos dicen que el enfoque corre el riesgo de culpar a la víctima –si sólo los estudiantes tuvieran más capacidad de recuperación, podrían generacionalmente elevarse por encima de la pobreza y el abandono de las escuelas– y crear excusas para dejar sin inspiración a la enseñanza, diciendo a los estudiantes que está en ellos desarrollar "gusto", o “entusiasmo”. Los grupos que llevan décadas instando al país hacia estándares académicos más altos, están preocupados de que se regrese a palabras vacías de autoestima, aceptando bajo rendimiento, siempre y cuando los estudiantes se sientan bien.

Sin embargo, la enseñanza de habilidades sociales y emocionales a menudo es vista como una forma de alejarse de un enfoque limitado a las calificaciones obtenidas y, en su lugar, considerar al niño de forma integral. Puede parecer contradictorio que se hagan pruebas para detectar dichas habilidades. En la educación, sin embargo, el adagio es: "lo que se mide, se atesora"; los estados dan dinero a las escuelas para enseñar los temas sobre los que van a ser juzgados.

El año próximo, la Evaluación Nacional del Progreso Educativo, una prueba realizada en Estados Unidos a los estudiantes en los grados cuarto, octavo y décimo segundo, que se considera a menudo como la boleta de calificaciones de la nación, incluirá preguntas acerca de las habilidades sociales y emocionales de los estudiantes. Una prueba conocida internacionalmente, PISA, se está inclinando hacia lo mismo.

La mayor preocupación acerca de las pruebas de habilidades socio-emocionales es que, por lo general, se basan en encuestas que piden a los mismos estudiantes evaluar sus comportamientos recientes o modos de pensar, como el número de días que recordaron su tarea, o si ellos se consideran muy trabajadores. Esto hace a la prueba altamente susceptible a la falsificación y la subjetividad. En su artículo publicado en mayo, los doctores Duckworth y David Yeager argumentaron que incluso si los estudiantes no falsifican sus respuestas, las pruebas proporcionan incentivos para el "parloteo superficial" en lugar de cambios reales en la forma de pensar.

"¿Ustedes creen que es fácil jugar con los resultados de las pruebas?", Dijo Martin West, profesor en la Escuela de Postgrado en Educación de la Universidad de Harvard, que está trabajando con los distritos de California. "Es relativamente difícil jugar con los resultados cuando se les califica con una encuesta sobre autogestión."

Los estudiantes podrían ser probados con base en los resultados, como en la "prueba del malvavisco", en la que a los niños se les dijo que podrían tener una recompensa más dulce si esperaban. Los que esperaban obtuvieron un puntaje más alto en autocontrol. Pero esas pruebas toman demasiado tiempo para ser usadas en grupos numerosos.

Otros investigadores han propuesto llamar o enviar mensajes de texto a los estudiantes en intervalos regulares para comprobar su comportamiento y estado de ánimo, o el seguimiento a través de Facebook o Twitter para observar los patrones de comportamiento. Pero aspectos relacionados con la privacidad, seguramente los descalificarían.

“Transformación de la Educación”, un grupo con sede en Boston, que es uno de los mayores defensores de la enseñanza de habilidades sociales y emocionales, argumentó que, debido a su gran importancia, las escuelas tienen que comenzar las pruebas para ello, incluso si no existen mediciones perfectas.

El grupo trabajó con los distritos escolares –que cuentan con un millón de estudiantes, o el 20 por ciento del total del estado, en ciudades como Los Ángeles y Oakland– para elegir cuatro medidas que permitan evaluar: el crecimiento mental, la conciencia social, la autoeficacia y la autogestión.

Los distritos hicieron pruebas en 10 mil estudiantes en 2014, y cerca de 500 mil estudiantes el año pasado, encuestando cosas como el número de días que los estudiantes habían llegado preparados (autogestión) a la escuela, y si creían que era más importante tener talento o trabajar duro (crecimiento mental).

Hace apenas dos años en su clase en un aula en la escuela primaria Visitacion Valley, la maestra Cooney tuvo dificultades con el tipo de problemas de gestión que a menudo se enfrentan los profesores jóvenes.

Sus alumnos, en su mayoría pobres y que viven en un complejo de viviendas en la zona, estaban brincando por el aula, jugando con sus teléfonos en lugar de prestar atención, discutiendo peleas intrafamiliares. Aunque querían aprender, no lo estaban haciendo.

Miss Cooney, de 27 años, tuvo una sesión de entrenamiento de dos horas en un programa de estudiantes y comportamiento, y comenzó a jugar "juegos de buena conducta." Se ven como clases regulares, excepto que comienzan con los estudiantes identificando objetivos para el buen comportamiento, y terminan evaluando lo que salió bien o mal.

En días recientes, los estudiantes tomaron notas sobre su lectura en tanto que la maestra Cooney se movía con una especie de ajetreo Zen alrededor del salón, calificaba los exámenes y consultaba uno-a-uno, mientras observaba cosas por las cuales podría felicitar a la clase más adelante –el mantener los cuerpos quietos, centrándose en la tarea– y en silencio, observando buena conducta.

Por cada mil minutos de buen comportamiento, los niños ganan 15 minutos extra de recreo.

"Realmente estoy ahorrando minutos que se perderían en las transiciones, la solución de conflictos y problemas de conducta", dijo Cooney. Puede ser agotador, pero no tanto como la enseñanza de antes. Como ella dijo: "¿Prefieres apagar los incendios o prevenirlos?"

El aprendizaje social y emocional contará para el 8% de la puntuación del puntaje global de la escuela; ningún maestro perderá un puesto de trabajo por no inculcar una mentalidad de crecimiento.

Noah Bookman, el director de Rendición de cuentas de los distritos, dijo que entendía las preocupaciones acerca de la prueba. Pero también dijo: "Este trabajo es extraordinariamente importante para el éxito de nuestros niños en la escuela y la vida. En cierto modo, nos preocupa tanto o más la posibilidad de que estos indicadores permanezcan en un segundo plano."

NYT

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